- LIBRETO LITURGICO -
RITO DE ADMICIÓN AL NOVICIADO
ORDEN DE LA MERCED

RITOS INICIALES

50. Después de que la comunidad de los frailes y fieles se han reunido, aquel que preside, los ministros y los candidatos acompañados por el maestro de novicios se dirigen procesionalmente a la iglesia.

Terminado la Antífona o el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice: 

En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
℟. Amén
La paz este con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
En seguida el celebrante da unas breves palabras de introducción sobre la celebración.

ACTO PENITENCIAL

A continuación se hace el acto penitencial, al que el sacerdote invita a los fieles, diciendo:
Hermanos, al iniciar esta celebración en la solemnidad de la Disensión de Santa María de la Merced e Inspiración a San Pedro Nolasco, reconozcamos humildemente nuestros pecados.

Pausa de silencio.

todos dicen en común la fórmula de la confesión general: 
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.  
Y, golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mí gran culpa. 
Luego, prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. 
Sigue la absolución del sacerdote: 
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. 
℟. Amén.

(Se dice Gloria)

ORACIÓN COLECTA
Terminado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice: Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:  
Oh Dios, que en tu admirable providencia, revelaste a la Virgen María el deseo de liberar a los cristianos cautivos, y por su inspiración moviste el corazón de San Pedro Nolasco a consagrarse enteramente a esta obra de misericordia,
concédenos que, guiados por el mismo Espíritu, seamos siempre instrumentos de redención y portadores de esperanza para los oprimidos.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que contigo vive y reina en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

LITURGIA DE LA PALABRA
PRIMERA LECTURA
(Is 61, 1-3a. 6a. 8b-9)

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido. Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor, 
el día del desquite de nuestro Dios, para consolar a los afligidos, los afligidos de Sión; para cambiar su ceniza en corona, su traje de luto en perfume de fiesta, su abatimiento en cánticos. Vosotros os llamaréis «Sacerdotes del Señor», dirán de vosotros: «Ministros de nuestro Dios». Les daré su salario fielmente y haré con ellos un pacto perpetuo. Su estirpe será célebre entre las naciones, y sus vástagos entre los pueblos. Los que los vean reconocerán que son la estirpe que bendijo el Señor.
Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
(Salmo 1)

℟. Dichoso el hombre que confía en el Señor.
Dichoso aquel que no se guía
por mundanos criterios,
que no anda en malos pasos
ni se burla del bueno,
que ama la ley de Dios
y se goza en cumplir sus mandamientos. ℟.
Es como un árbol plantado junto al río,
que da fruto a su tiempo
y nunca se marchita.
En todo tendrá éxito. ℟.
En cambio los malvados
serán como la paja barrida por el viento.
Porque el Señor protege el camino del justo
y al malo sus caminos acaban por perderlo. ℟.

SEGUNDA LECTURA
(Gál 4, 4-7.)

Hermanos: 
Cuando se cumplió el tiempo, envió Dios a su Hijo, nacido de una mujer, nacido bajo la Ley, para rescatar a los que estaban bajo la Ley, para que recibiéramos el ser hijos por adopción. Como sois hijos, Dios envió a vuestros corazones al Espíritu de su Hijo que clama: ¡Abba! (Padre). Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si eres hijo, eres también heredero por voluntad de Dios.
Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.

ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
(Hb 1, 1-2)

℟. Aleluya, aleluya, aleluya.
℣. En distintas ocasiones habló Dios antiguamente a nuestros padres 
por los Profetas; ahora, en esta etapa final, nos ha hablado por el Hijo.
℟. Aleluya, aleluya, aleluya.

EVANGELIO
(Lc 1, 26-38)

℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
 Lectura del Santo Evangelio según san Lucas.
℟. Gloria a ti, Señor. 

A los seis meses, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María. 
El ángel, entrando en su presencia, dijo: 
—«Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo». 
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél. 
El ángel le dijo: 
—«No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin». 
Y María dijo al ángel: 
—« ¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?». 
El ángel le contestó: 
—«El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios.
Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible». 
María contestó: 
—«Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra». Y la dejó el ángel.

℣. Palabra del Señor.
℟. Gloria a ti, Señor Jesús.

Luego se hace la homilía.

RITO DE LA ADMISIÓN AL NOVICIADO

℣. Queridos Hermanos, ¿Qué le piden a Dios y a la Orden de Bienaventurada Virgen María de la Merced?

℟. Impulsados por la misericordia de Dios queremos experimentar vuestra vida religiosa, endeñadnos a seguir a Cristo Redentor y a imitar a María nuestra madre y a San Pedro Nolasco, a vivir castos/as, pobres y obedientes, a ejercitar la caridad en favor de los que sufren, a ser asiduos en la oración y a practicar la penitencia, a tener un solo corazón y una sola alma con vosotros, ayudadnos a cumplir en todo momento las exigencias del evangelio, aprenderemos vuestra regla y vuestras constituciones y observaremos la ley del amor fraterno.

℣. El señor os ayude con su gracia y os guie por sendas de santidad. 
℟. Amén

℣. Oremos:
Oh Dios de quien procede toda vocación santa, escucha la suplica de tus hijos/as N.N. que desean ser agregados a nuestra orden para servirte con mayor fidelidad, que nuestra de comunidad sea para ellos expresión sincera del amor fraterno, por Jesucristo nuestro Señor.
℟. Amén

Imposición del Habito

N.N., recibe el habito de nuestra orden como signo de tu admisión a experimentar nuestra vida religiosa, la virgen María nuestra madre te ayude con su maternal protección y San Pedro Nolasco, nuestro padre, sea tu modelo y guía para que realices finalmente tus deseos.

Al finalizar el rito, con unas breves palabras se acoge a los nuevos frailes o religiosas y se les entrega al formador del noviciado.

Prosigue la Misa como de costumbre.

CREDO
(Símbolo Apostólico)

 Acabada la homilía, se hace la profesión de fe
℟.: Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
En las palabras que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

LITURGIA EUCARÍSTICA
PRESENTACIÓN DE LOS DONES

Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal.

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres. 
 
El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la patena con el pan en las manos y, levantándola un poco por encima del altar, dice la oración en silencio. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
 
El diácono o sacerdote vierte vino y un poco de agua en el cáliz, orando en silencio.
 
Luego, el sacerdote recibe el cáliz en sus manos y, levantándolo un poco por encima del altar, dice la oración en silencio: luego, coloca el cáliz sobre el corporal.
 
Luego el sacerdote, profundamente inclinado, reza en silencio.
 
Y, si procede, inciensar las ofrendas, la cruz y el altar. Después, el diácono u otro ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
 
Luego, el sacerdote, de pie junto al altar, se lava las manos y dice la oración en silencio.
 
El sacerdote, de pie en el centro del altar, dice:
℣. Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.
℟. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
 
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas:
℣. 
Acepta, Señor, los dones que te presentamos con alegría en la solemnidad de la Disensión de la Virgen María, y haz que, así como ella inspiró la obra de redención en tu siervo Pedro Nolasco, así también esta ofrenda sea para nosotros fuente de libertad interior y testimonio de caridad en el mundo.
Por Cristo nuestro Señor.
℟. Amén.

PREFACIO
LA VIDA RELIGIOSA COMO SERVICIO A DIOS
POR LA IMITACIÓN DE CRISTO

℣. El Señor esté con vosotros.

℟. Y con tu espíritu.

℣. Levantemos el corazón.

℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

℟. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque él,
retoño inmaculado de la raíz de una Virgen,
proclamó dichosos a los limpios de corazón
y con el ejemplo de su vida
reveló la grandeza de la castidad.
Él quiso hacer de la obediencia sacrificio perfecto,
siguiendo en todo tu voluntad,
hasta morir por nosotros.
Él prometió las riquezas del cielo
a los que, dejándolo todo en la tierra,
viven solamente para tu servicio.
Por eso,
unidos a la asamblea de los ángeles y de los santos,
te cantamos un himno de alabanza,
diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III
 
El sacerdote dice:
℣. 
SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
 
℣. Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en Cuerpo  y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
 
El relato de la institución de la Eucaristía debe darse de forma clara y audible, como lo exige su naturaleza.
℣. 
Porque el mismo, la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, continúa:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.

Muestra al pueblo la hostia consagrada, la coloca en la patena y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
℣. Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz,
Toma el cáliz en sus manos y, manteniéndolo ligeramente elevado sobre el altar, continúa:
y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos.

Muestra el cáliz al pueblo, la coloca sobre su cuerpo y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
℣. 
Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
℟. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.

Después, el sacerdote, con las manos extendidas dice:
℣. Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección, y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
 
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
 
1C: Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen, Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
 
2C: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa LEON, y en nuestra comunidad con BENEDICTO, al orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
 
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.

A nuestros hermanos difuntos, y a cuantos murieron en tu amistad, recíbelos en tu Reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
 
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
℣. Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
℟. 
Amén.

RITO DE COMUNIÓN
 
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
℣. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:

Junto con el pueblo, continúa:
℟. 
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal

El sacerdote prosigue él solo:
℣. 
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
℟. 
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Después el sacerdote dice en voz alta:
℣. Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
El sacerdote junta sus manos y concluye:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

El sacerdote añade:
℣. 
La paz del Señor esté siempre con ustedes
℟. Y con tu espíritu.

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
℣.: Como hijos de Dios, intercambien ahora un signo de comunión fraterna.

Y cada uno, según la costumbre del lugar, se manifiesta entre sí paz, comunión y caridad; el sacerdote da la paz al diácono y a los demás ministros.
 
Luego, el sacerdote parte el pan consagrado sobre la patena y coloca un trozo en el cáliz, orando en silencio.
 
Se canta o se dice:
℟. 
 Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
 
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Pres.: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

COMUNIÓN
 
Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, diciendo a cada uno de ellos:
℣.:
 El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
℟.:
 Amén.
 
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal de altar. Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

Después, el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
 
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
℣. 
Oremos.
El sacerdote, con los brazos abiertos, dice la oración:
Alimentados con los sacramentos celestiales,
te pedimos, Señor, que quienes celebramos con gozo
la inspiración de María Santísima en la obra redentora,
seamos también nosotros signo de libertad,
defensores de la dignidad humana
y testigos de tu Reino de amor y justicia.
Por Cristo nuestro Señor.
℟. Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN
 
BENDICIÓN SOLEMNE
 
En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.
 
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:
℣. Dominus Vobiscum.
℟. Et cum spiritu tuo.
℣. Sit nomen Domini benedictum.
℟. Ex hoc nunc et usque in sæculum
℣. Adjutorium nostrum in nomine Domini
℟. Qui fecit cælum et terram
℣. Benedicat vos omnipotens Deus Pater ✠ , et Filius ✠ , et Spiritus ✠ Sanctus.
℟. Amen
Luego el diácono, o el sacerdote, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
℣. 
Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Pueden ir en paz.
℟. Demos gracias a Dios.