Libreto | Admisión al Noviciado

 


- LIBRETO LITURGICO -
RITO DADMICIÓN ANOVICIADO
ORDEN DE LA MERCED

Domingo XIX del Tiempo Ordinario

RITOS INICIALES

50. Después de que la comunidad de los frailes y fieles se han reunido, aquel que preside, los ministros y los candidatos acompañados por el maestro de novicios se dirigen procesionalmente a la iglesia. 
Terminado la Antífona o el canto de entrada, el sacerdote y los fieles, de pie, se santiguan con la señal de la cruz, mientras el sacerdote, vuelto hacia el pueblo, dice: 


En el Nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo.
℟. Amén
La paz este con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.

En seguida el celebrante da unas breves palabras de introducción sobre la celebración.

ACTO PENITENCIAL
A continuación se hace el acto penitencial, al que el sacerdote invita a los fieles, diciendo:
Hermanos, en el día glorioso en que Cristo ha manifestado su victoria sobre la muerte y el pecado, reconozcamos que estamos necesitados de su misericordia.

Pausa de silencio.

todos dicen en común la fórmula de la confesión general: 
Yo confieso ante Dios todopoderoso y ante ustedes, hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión.  
Y, golpeándose el pecho, dicen:
Por mi culpa, por mi culpa, por mí gran culpa. 
Luego, prosiguen:
Por eso ruego a santa María, siempre Virgen, a los ángeles, a los santos y a ustedes, hermanos, que intercedan por mí ante Dios, nuestro Señor. 
Sigue la absolución del sacerdote: 
Dios todopoderoso tenga misericordia de nosotros, perdone nuestros pecados y nos lleve a la vida eterna. 
℟. Amén.
(Se dice Gloria)
ORACIÓN COLECTA

Terminado el himno, el sacerdote, con las manos juntas, dice: 
Oremos.
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante un breve espacio de tiempo. Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración colecta:  
Dios todopoderoso y eterno, a quien, enseñados por el Espíritu Santo, invocamos con el nombre de Padre, intensifica en nuestros corazones el espíritu de hijos adoptivos tuyos, para que merezcamos entrar en posesión de la herencia que nos tienes prometida. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo y es Dios por los siglos de los siglos.
℟. Amén.
LITURGIA DE LA PALABRA

PRIMERA LECTURA
(Sab 18, 6-9.)

Del Libro de la Sabiduría. 
La noche de la liberación
se les anunció de antemano a nuestros padres,
para que tuvieran ánimo,
al conocer con certeza la promesa de que se fiaban.
Tu pueblo esperaba ya la salvación de los inocentes
y la perdición de los culpables,
pues con una misma acción castigabas a los enemigos
y nos honrabas, llamándonos a ti.
Los hijos piadosos de un pueblo justo
ofrecían sacrificios a escondidas
y, de común acuerdo, se imponían esta ley sagrada:
que todos los santos serían solidarios
en los peligros y en los bienes;
y empezaron a entonar los himnos tradicionales.

Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.

SALMO RESPONSORIAL
(Salmo 32)

℟. Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.

Aclamad, justos, al Señor, que merece la alabanza de los buenos. Dichosa la nación cuyo Dios es el Señor, el pueblo que él se escogió como heredad. ℟. 

Los ojos del Señor están puestos en sus fieles, en los que esperan en su misericordia, para librar sus vidas de la muerte y reanimarlos en tiempo de hambre. ℟.

Nosotros aguardamos al Señor: él es nuestro auxilio y escudo; que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros, como lo esperamos de ti. ℟.

SEGUNDA LECTURA
(Hebreos 11, 1-2. 8-19)

De la carta del Apostol San Pablo a los Hebreos.

Hermanos: La fe es seguridad de lo que se espera, y prueba de lo que no se ve. Por su fe, son recordados los antiguos. Por fe, obedeció Abrahán a la llamada y salió hacia la tierra que iba a recibir en heredad. Salió sin saber a dónde iba. 
Por fe, vivió como extranjero en la tierra prometida, habitando en tiendas —y lo mismo Isaac y Jacob, herederos de la misma promesa—, mientras esperaba la ciudad de sólidos cimientos cuyo arquitecto y constructor iba a ser Dios.
Por fe, también Sara, cuando ya le había pasado la edad, obtuvo fuerza para fundar un linaje, porque juzgó digno de fe al que se lo prometía. Y así, de uno solo y, en este aspecto, ya extinguido, nacieron hijos numerosos como las estrellas del cielo y como la arena incontable de las playas.
Con fe murieron todos éstos, sin haber recibido lo prometido; pero viéndolo y saludándolo de lejos, confesando que eran huéspedes y peregrinos en la tierra.Es claro que los que así hablan están buscando una patria; pues, si añoraban la patria de donde habían salido, estaban a tiempo para volver. Pero ellos ansiaban una patria mejor, la del cielo. Por eso Dios no tiene reparo en llamarse su Dios: porque les tenía preparada una ciudad.
Por fe, Abrahán, puesto a prueba, ofreció a Isaac; y era su hijo único lo que ofrecía, el destinatario de la promesa, del cual le había dicho Dios: «Isaac continuará tu descendencia».
Pero Abrahán pensó que Dios tiene poder hasta para hacer resucitar muertos. Y así, recobró a Isaac como figura del futuro.

Palabra de Dios.
℟. Te alabamos, Señor.
ACLAMACIÓN ANTES DEL EVANGELIO
(Hb 1, 1-2)
℟. Aleluya, aleluya, aleluya.
℣. Estad en vela y preparados,
porque a la hora que menos pensáis
viene el Hijo del hombre.
℟. Aleluya, aleluya, aleluya.
EVANGELIO
(Lc 12, 32-48.)
℣. El Señor esté con ustedes.
℟. Y con tu espíritu.
 Lectura del Santo Evangelio según san Lucas.
℟. Gloria a ti, Señor. 
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
—«No temas, pequeño rebaño, porque vuestro Padre ha tenido a bien daros el reino.
Vended vuestros bienes y dad limosna; haceos talegas que no se echen a perder, y un tesoro inagotable en el cielo, a donde no se acercan los ladrones ni roe la polilla. Porque donde está vuestro tesoro allí estará también vuestro corazón.
Tened ceñida la cintura y encendidas las lámparas. Vosotros estad como los que aguardan a que su señor vuelva de la boda, para abrirle apenas venga y llame.
Dichosos los criados a quienes el señor, al llegar, los encuentre en vela; os aseguro que se ceñirá, los hará sentar a la mesa y los irá sirviendo.
Y, si llega entrada la noche o de madrugada y los encuentra así, dichosos ellos.
Comprended que si supiera el dueño de casa a qué hora viene el ladrón, no le dejaría abrir un boquete.
Lo mismo vosotros, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre».
Pedro le preguntó:
—«Señor, ¿has dicho esa parábola por nosotros o por todos?».
El Señor le respondió:
—«¿Quién es el administrador fiel y solícito a quien el amo ha puesto al frente de su servidumbre para que les reparta la ración a sus horas?
Dichoso el criado a quien su amo, al llegar, lo encuentre portándose así. Os aseguro que lo pondrá al frente de todos sus bienes.
Pero si el empleado piensa: "Mi amo tarda en llegar", y empieza a pegarles a los mozos y a las muchachas, a comer y beber y emborracharse, llegará el amo de ese criado el día y a la hora que menos lo espera y lo despedirá, condenándolo a la pena de los que no son fieles.
El criado que sabe lo que su amo quiere y no está dispuesto a ponerlo por obra recibirá muchos azotes; el que no lo sabe, pero hace algo digno de castigo, recibirá pocos.
Al que mucho se le dio, mucho se le exigirá; al que mucho se le confió, más se le exigirá».
℣. Palabra del Señor.
℟. Gloria a ti, Señor Jesús.
Luego se hace la homilía.

RITO DE LA ADMISIÓN AL NOVICIADO
℣. Queridos Hermanos, ¿Qué le piden a Dios y a la Orden de Bienaventurada Virgen María de la Merced?
℟. Impulsados por la misericordia de Dios queremos experimentar vuestra vida religiosa, endeñadnos a seguir a Cristo Redentor y a imitar a María nuestra madre y a San Pedro Nolasco, a vivir castos/as, pobres y obedientes, a ejercitar la caridad en favor de los que sufren, a ser asiduos en la oración y a practicar la penitencia, a tener un solo corazón y una sola alma con vosotros, ayudadnos a cumplir en todo momento las exigencias del evangelio, aprenderemos vuestra regla y vuestras constituciones y observaremos la ley del amor fraterno.
℣. El señor os ayude con su gracia y os guie por sendas de santidad. 
℟. Amén
℣. Oremos:
Oh Dios de quien procede toda vocación santa, escucha la suplica de tus hijos/as N.N. que desean ser agregados a nuestra orden para servirte con mayor fidelidad, que nuestra de comunidad sea para ellos expresión sincera del amor fraterno, por Jesucristo nuestro Señor.
℟. Amén
Imposición del Habito
N.N., recibe el habito de nuestra orden como signo de tu admisión a experimentar nuestra vida religiosa, la virgen María nuestra madre te ayude con su maternal protección y San Pedro Nolasco, nuestro padre, sea tu modelo y guía para que realices finalmente tus deseos.
Al finalizar el rito, con unas breves palabras se acoge a los nuevos frailes o religiosas y se les entrega al formador del noviciado.
Prosigue la Misa como de costumbre.
CREDO
(Símbolo Apostólico)
 Acabada la homilía, se hace la profesión de fe
℟.: Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor,
En las palabras que siguen, hasta María Virgen, todos se inclinan.
que fue concebido por obra y gracia del Espíritu Santo, nació de santa María Virgen, padeció bajo el poder de Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos, subió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso. Desde allí ha de venir a juzgar a vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia católica, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.

PLEGARIA UNIVERSAL
Oremos a nuestro Señor Jesucristo, para que – acordándose de su promesa– escuche la oración de los que nos hemos reunido en su nombre.
A cada invocación responderemos: Escúchanos, Señor.

1.    Por la paz que desciende del cielo, por la unión de las Iglesias y por la salvación de nuestras almas, roguemos al Señor.

2.    Por los que trabajan por el bien de los pobres, por los que ayudan a los ancianos y por los que cuidan a niños y desvalidos, roguemos al Señor.

3.    Por los que están sometidos a una prueba, por los que están en peligro, por el retorno de los extraviados y por la libertad de los encarcelados, roguemos al Señor.

4.    Por los que están orando con nosotros, por los que han pedido nuestras oraciones y por el reposo eterno de nuestros hermanos difuntos, roguemos al Señor.

Haz, Señor, que los corazones de tus fieles se inflamen en la fe que impulsó a nuestro padre Abraham a vivir como extranjero en la tierra que le prometiste, y que sepamos estar atentos al regreso de tu Hijo, para que podamos así ser recibidos por Él en el banquete eterno. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.
LITURGIA EUCARÍSTICA
PRESENTACIÓN DE LOS DONES

Terminado lo anterior, comienza el canto para el ofertorio. Mientras tanto, los ministros colocan sobre el altar el corporal, el purificador, el cáliz, la palia y el misal.

Conviene que los fieles expresen su participación en la ofrenda, bien sea llevando el pan y el vino para la celebración de la Eucaristía, bien presentando otros dones para las necesidades de la Iglesia o de los pobres. 
 
El sacerdote, de pie ante el altar, recibe la patena con el pan en las manos y, levantándola un poco por encima del altar, dice la oración en silencio. Luego coloca la patena con el pan sobre el corporal.
 
El diácono o sacerdote vierte vino y un poco de agua en el cáliz, orando en silencio.
 
Luego, el sacerdote recibe el cáliz en sus manos y, levantándolo un poco por encima del altar, dice la oración en silencio: luego, coloca el cáliz sobre el corporal.
 
Luego el sacerdote, profundamente inclinado, reza en silencio.
 
Y, si procede, inciensar las ofrendas, la cruz y el altar. Después, el diácono u otro ministro inciensa al sacerdote y al pueblo.
 
Luego, el sacerdote, de pie junto al altar, se lava las manos y dice la oración en silencio.
 
El sacerdote, de pie en el centro del altar, dice:
℣. Oren, hermanos, para que, trayendo al altar los gozos y las fatigas de cada día, nos dispongamos a ofrecer el sacrificio agradable a Dios, Padre todopoderoso.
℟. El Señor reciba de tus manos este sacrificio, para alabanza y gloria de su nombre, para nuestro bien y el de toda su santa Iglesia.

ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
 
Luego el sacerdote dice la oración sobre las ofrendas:
℣. 
Recibe benignamente, Señor, los dones de tu Iglesia, y, al concederle en tu misericordia que te los pueda ofrecer, haces al mismo tiempo que se conviertan en sacramento de nuestra salvación. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

PREFACIO
LA VIDA RELIGIOSA COMO SERVICIO A DIOS
POR LA IMITACIÓN DE CRISTO

℣. El Señor esté con vosotros.

℟. Y con tu espíritu.

℣. Levantemos el corazón.

℟. Lo tenemos levantado hacia el Señor.

℣. Demos gracias al Señor, nuestro Dios.

℟. Es justo y necesario.

En verdad es justo y necesario,
es nuestro deber y salvación
darte gracias
siempre y en todo lugar
Señor, Padre santo,
Dios todopoderoso y eterno,
por Cristo, Señor nuestro.
Porque él,
retoño inmaculado de la raíz de una Virgen,
proclamó dichosos a los limpios de corazón
y con el ejemplo de su vida
reveló la grandeza de la castidad.
Él quiso hacer de la obediencia sacrificio perfecto,
siguiendo en todo tu voluntad,
hasta morir por nosotros.
Él prometió las riquezas del cielo
a los que, dejándolo todo en la tierra,
viven solamente para tu servicio.
Por eso,
unidos a la asamblea de los ángeles y de los santos,
te cantamos un himno de alabanza,
diciendo sin cesar:

Santo, Santo, Santo...

PLEGARIA EUCARÍSTICA III
 
El sacerdote dice:
℣. 
SANTO eres en verdad, Padre, y con razón te alaban todas tus criaturas, ya que por Jesucristo, tu Hijo, Señor nuestro, con la fuerza del Espíritu Santo, das vida y santificas todo, y congregas a tu pueblo sin cesar, para que ofrezca en tu honor un sacrificio sin mancha desde donde sale el sol hasta el ocaso.
 
℣. Por eso, Padre, te suplicamos que santifiques por el mismo Espíritu estos dones que hemos separado para ti, de manera que se conviertan en Cuerpo  y Sangre de Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro, que nos mandó celebrar estos misterios.
 
El relato de la institución de la Eucaristía debe darse de forma clara y audible, como lo exige su naturaleza.
℣. 
Porque el mismo, la noche en que iba a ser entregado,
Toma el pan y, manteniéndolo un poco elevado sobre el altar, continúa:
tomó pan, y dando gracias te bendijo, lo partió y lo dio a sus discípulos.

Muestra al pueblo la hostia consagrada, la coloca en la patena y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
℣. Del mismo modo, acabada la cena, tomó el cáliz,
Toma el cáliz en sus manos y, manteniéndolo ligeramente elevado sobre el altar, continúa:
y, dándote gracias de nuevo, lo pasó a sus discípulos.

Muestra el cáliz al pueblo, la coloca sobre su cuerpo y hace una genuflexión en adoración.
 
El sacerdote prosigue:
℣. 
Éste es el Misterio de la fe, Cristo nos redimió.
℟. Cada vez que comemos de este pan y bebemos de este cáliz, anunciamos tu muerte, Señor, hasta que vuelvas.

Después, el sacerdote, con las manos extendidas dice:
℣. Así, pues, Padre, al celebrar ahora el memorial de la pasión salvadora de tu Hijo, de su admirable resurrección, y ascensión al cielo, mientras esperamos su venida gloriosa, te ofrecemos, en esta acción de gracias, el sacrificio vivo y santo.
 
Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, y reconoce en ella la Víctima por cuya inmolación quisiste devolvernos tu amistad, para que, fortalecidos con el Cuerpo y la Sangre de tu Hijo y llenos de su Espíritu Santo, formemos en Cristo un solo cuerpo y un solo espíritu.
 
1C: Que él nos transforme en ofrenda permanente, para que gocemos de tu heredad junto con tus elegidos: con María, la Virgen, Madre de Dios, su esposo san José, los apóstoles y los mártires, y todos los santos, por cuya intercesión confiamos obtener siempre tu ayuda.
 
2C: Te pedimos, Padre, que esta Víctima de reconciliación traiga la paz y la salvación al mundo entero. Confirma en la fe y en la caridad a tu Iglesia, peregrina en la tierra: a tu servidor, el Papa LEON, y en nuestra comunidad con BENEDICTOal orden episcopal, a los presbíteros y diáconos, y a todo el pueblo redimido por ti.
 
Atiende los deseos y súplicas de esta familia que has congregado en tu presencia, reúne en torno a ti, Padre misericordioso, a todos tus hijos dispersos por el mundo.

A nuestros hermanos difuntos, y a cuantos murieron en tu amistad, recíbelos en tu Reino, donde esperamos gozar todos juntos de la plenitud eterna de tu gloria, por Cristo Señor nuestro, por quien concedes al mundo todos los bienes.
 
Toma la patena con el pan consagrado y el cáliz y, sosteniéndolos elevados, dice:
℣. Por Cristo, con él y en él, a ti, Dios Padre omnipotente, en la unidad del Espíritu Santo, todo honor y toda gloria por los siglos de los siglos.
El pueblo aclama:
℟. 
Amén.

RITO DE COMUNIÓN
 
Una vez que ha dejado el cáliz y la patena, el sacerdote, con las manos juntas, dice:
℣. El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones con el Espíritu Santo que se nos ha dado; digamos con fe y esperanza:

Junto con el pueblo, continúa:
℟. 
Padre nuestro, que estás en el cielo, santificado sea tu nombre; venga a nosotros tu reino; hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo. Danos hoy nuestro pan de cada día; perdona nuestras ofensas, como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes caer en la tentación, y líbranos del mal

El sacerdote prosigue él solo:
℣. 
Líbranos de todos los males, Señor, y concédenos la paz en nuestros días, para que, ayudados por tu misericordia, vivamos siempre libres de pecado y protegidos de toda perturbación, mientras esperamos la gloriosa venida de nuestro Salvador Jesucristo.
El pueblo concluye la oración, aclamando:
℟. 
Tuyo es el reino, tuyo el poder y la gloria, por siempre, Señor.

Después el sacerdote dice en voz alta:
℣. Señor Jesucristo, que dijiste a tus apóstoles: "La paz les dejo, mi paz les doy", no tengas en cuenta nuestros pecados, sino la fe de tu Iglesia y, conforme a tu palabra, concédele la paz y la unidad.
El sacerdote junta sus manos y concluye:
Tú que vives y reinas por los siglos de los siglos.
℟. Amén.

El sacerdote añade:
℣. 
La paz del Señor esté siempre con ustedes
℟. Y con tu espíritu.

Luego, si se juzga oportuno, el diácono, o el sacerdote, añade: 
℣.: Como hijos de Dios, intercambien ahora un signo de comunión fraterna.

Y cada uno, según la costumbre del lugar, se manifiesta entre sí paz, comunión y caridad; el sacerdote da la paz al diácono y a los demás ministros.
 
Luego, el sacerdote parte el pan consagrado sobre la patena y coloca un trozo en el cáliz, orando en silencio.
 
Se canta o se dice:
℟. 
 Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, ten piedad de nosotros.
Cordero de Dios, que quitas el pecado del mundo, danos la paz.
 
El sacerdote hace genuflexión, toma el pan consagrado y, sosteniéndolo un poco elevado sobre la patena, lo muestra al pueblo, diciendo:
Pres.: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Dichosos los invitados a la cena del Señor.
℟.: Señor, no soy digno de que entres en mi casa, pero una palabra tuya bastará para sanarme.

COMUNIÓN
 
Después de comulgar, el sacerdote se acerca a los que quieren comulgar y les presenta el pan consagrado, diciendo a cada uno de ellos:
℣.:
 El Cuerpo de Cristo.
El que va a comulgar responde:
℟.:
 Amén.
 
Si se comulga bajo las dos especies, se observa el rito descrito en el misal de altar. Cuando el sacerdote comulga el Cuerpo de Cristo, comienza el canto de comunión.

Después, el sacerdote puede ir a la sede. Si se juzga oportuno, se pueden guardar unos momentos de silencio o cantar un salmo o cántico de alabanza.
 
Y todos, junto con el sacerdote, oran en silencio durante unos momentos, a no ser que este silencio ya se haya hecho antes.

ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
 
Después el sacerdote, con las manos extendidas, dice la oración después de la comunión.
℣. 
Oremos.
El sacerdote, con los brazos abiertos, dice la oración:
La comunión de tus sacramentos que hemos recibido, Señor, nos salven y nos confirmen en la luz de tu verdad. Por Jesucristo, nuestro Señor.
℟. Amén.

RITO DE CONCLUSIÓN
 
BENDICIÓN SOLEMNE
 
En este momento se hacen, si es necesario y con brevedad, los oportunos anuncios o advertencias al pueblo.
 
Después tiene lugar la despedida. El sacerdote extiende las manos hacia el pueblo y dice:

℣. Dominus Vobiscum.

℟. Et cum spiritu tuo.

℣. Sit nomen Domini benedictum.

℟. Ex hoc nunc et usque in sæculum

℣. Adjutorium nostrum in nomine Domini

℟. Qui fecit cælum et terram

℣. Benedicat vos omnipotens Deus Pater ✠ , et Filius ✠ , et Spiritus ✠ Sanctus.

℟. Amen

Luego el diácono, o el sacerdote, despide al pueblo con una de las fórmulas siguientes:
℣. 
Anuncien a todos la alegría del Señor resucitado. Pueden ir en paz.
℟. Demos gracias a Dios.

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